Los espectáculos basados en la crueldad — como la charrería, las peleas de gallos y las corridas de toros — no nacieron en México: llegaron con la invasión española.

Esa visión que clasifica a otros seres como “inferiores” y dignos de sufrimiento no forma parte del alma profunda de nuestra cultura.

Es cierto que en las culturas mesoamericanas existieron sacrificios rituales, pero estos respondían a creencias religiosas y jamás tuvieron como propósito el disfrute del dolor ajeno.

Hoy, en pleno siglo XXI, tenemos la oportunidad de cerrar un ciclo de violencia heredada.

Una herencia que no elegimos, pero que sí podemos transformar.

¡Abolamos la crueldad!

¡Abolamos la herencia de la invasión!

¡Por un México ético, compasivo y verdaderamente libre!